Una frase que surgió durante las tormentas del verano de 2015 —»se cayeron 12 puentes en Tucumán»— se instaló en el imaginario popular y trascendió a nivel nacional. Sin embargo, una revisión detallada de la última década revela que la cifra real dista de aquella versión inicial y expone una problemática estructural que aún persiste: al menos 19 pasos viales resultaron afectados entre 2015 y 2023, entre colapsos totales, daños severos y terraplenes arrasados.
La confusión inicial no fue casual. Mientras los ríos arrasaban con estructuras viales en distintos puntos de la provincia, el propio Gobierno ofreció números dispares. En septiembre de 2018, Ricardo Abad, entonces director de Vialidad, aseguró que en 2015 habían colapsado solo cuatro puentes —dos en la zona de San Javier, uno sobre el río Sala y otro en el río Jaya—, atribuyendo los derrumbes a aludes de magnitud inusual. No obstante, sus declaraciones contrastaban con las de su predecesor, Raúl Basilio, quien en 2015 había contabilizado «10 pasos afectados» días después de los temporales.
La contradicción quedó oficializada en un documento gubernamental titulado “Un año después, seis puentes colapsados ya fueron reparados”, que detallaba la recuperación de 10 puentes destruidos durante el temporal. A esta lista se sumaron, entre 2016 y 2018, otros tres colapsos, y en 2023 se agregó el puente de Quilmes, en la ruta 307, inutilizado tras otra crecida súbita.
Entre los casos más emblemáticos se encuentran los puentes sobre el río La Sala (ruta 305), el río Lules (ruta 301), el paso del Parque Nacional Campo de Los Alisos, los viaductos ferroviarios sobre los ríos Salí y Vipos, y el cruce del Río Muerto en Yerba Buena. Un caso particularmente significativo es el del viaducto de la zona sur de la capital tucumana, cuya estructura principal se desplomó en 2018 —tres años después de su inauguración— cuando lo atravesaba un camión. Su puente mellizo fue clausurado por prevención, y ambos permanecen inhabilitados.
Más allá de los colapsos, un informe estatal de 2018 detectó fallas en puentes de rutas 323, 307, 309 y en accesos clave como Tapia y Acheral, evidenciando un problema de mantenimiento y envejecimiento de materiales.
Los especialistas coinciden en que se trata de una crisis multifactorial. José Ricardo Ascárate, ingeniero y docente de la UNT, explicó que «el desmonte agrava todo», ya que la pérdida de cobertura vegetal duplica el volumen de agua que baja desde los cerros. A esto se suma un fenómeno paradójico: los años de sequía elevaron los lechos de los ríos al reducirse su caudal, dejando menos espacio bajo los puentes para el paso seguro del agua.
El geólogo Sebastián Moyano señaló, por su parte, que la extracción de áridos socava las bases de las estructuras y altera la dinámica hídrica. El avance de urbanizaciones, cultivos y desmontes en el piedemonte completa un escenario crítico, reduciendo la capacidad natural de absorción y multiplicando la fuerza de las crecidas.
Las tormentas de los últimos años —2016, 2017, 2018, 2020, 2022, 2024 y 2025— confirman un patrón creciente de eventos extremos. Frente a este panorama, los especialistas advierten que los cálculos tradicionales para dimensionar puentes —basados en lluvias extraordinarias cada 50 años— han quedado obsoletos. «Hay que prever el doble de agua», sostienen.
La obra pública tucumana enfrenta así un desafío doble: reconstruir lo que se cayó y anticiparse a lo que puede volver a caer. En un contexto de clima cada vez más extremo e infraestructura vulnerable, la pregunta ya no es cuántos puentes se derrumbaron, sino cuántos podrán resistir las tormentas que vienen.
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