A más de mil kilómetros de Tucumán, en la ciudad bonaerense de Baradero, se alza una construcción que captura miradas y despierta curiosidad: una réplica exacta de la Casa Histórica de Tucumán. Detrás de sus muros no solo hay un trabajo minucioso de construcción, sino una historia de amor que lleva más de cuatro décadas.
Luis Garea e Inés del Valle Costilla crecieron juntos como vecinos en Baradero. Se hicieron novios cuando él tenía 18 años y ella 16, y hoy, más de 40 años después, ese amor se materializó en un homenaje único: la reconstrucción fiel de la Casa de la Independencia, el símbolo máximo de la tierra que vio nacer a Inés.
“Mi motor es el amor”, afirma Luis, quien dedicó años de esfuerzo y dedicación a levantar esta obra con sus propias manos. La idea nació de su deseo de que su amor trascienda en el tiempo. “En un momento me empezó a intranquilizar la idea de que, cuando uno muere, se diluye en la historia”, explicó Garea al medio La Nación.
Para lograr la réplica, Luis viajó a Tucumán, tomó medidas precisas, utilizó imágenes satelitales y recurrió a sus propias fotografías. Sus conocimientos de albañilería fueron clave, aunque a veces debió ingeniárselas para conseguir los materiales adecuados. Al principio, los vecinos de Baradero no entendían qué estaba construyendo; algunos incluso creyeron que se trataba de una iglesia. Él, entre risas, prefería mantener el misterio.
Hoy, la Casa Histórica de Baradero está ubicada en Ricardo Güiraldes, entre Del Corro y Mitre, a cinco cuadras de la estación de tren. Por dentro, funciona como salón de eventos con capacidad para 100 personas, equipado con escenario, sonido, mesas y baños. Aunque aún le faltan algunos detalles, el espacio ya es utilizado para festejos, visitas escolares y encuentros comunitarios.
“Hice la construcción como una muestra de que nuestro amor perduró y para que permanezca un poco más cuando nosotros no estemos”, expresó Luis, quien sueña con poder ofrecer algún día servicios gastronómicos tucumanos, como empanadas, para completar la experiencia.
En una de las esquinas, la réplica deliberadamente no está terminada. Luis lo explica con una sonrisa: “Todos me preguntan por qué no la completo. Y yo les respondo divertido que es para que no se termine el amor”.
La obra no solo honra a Inés, sino que rinde tributo a sus padres y se ha convertido en un símbolo de identidad y orgullo para el barrio. Como dice Luis: “No gano nada con esto, pero te llena el alma. Uno no solo vive de plata”.
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