Buenos Aires, Corresponsal.- La energía, ausente en los últimos compases de la campaña, regresó con la fuerza de un acorde distorsionado. Este jueves por la noche, el Movistar Arena no fue un mitin político al uso; fue un ritual de reconquista del espíritu, un concierto donde la política se cantó a gritos y donde La Libertad Avanza, sin dudas, recuperó la alegría.
El preludio fue contundente. Mientras el microestadio de Villa Crespo hervía de expectación, los altoparlantes rugieron con “Panic Show” de La Renga. No era una canción cualquiera; era el himno de guerra adoptado desde 2023, el recordatorio de que, a pesar de los reveses, la batalla cultural sigue viva. Minutos antes de las 21, el presidente Javier Milei irrumpió en el escenario, abriéndose paso entre un pasillo humano de seguidores que coreaban su nombre con una fe renovada. El primer gesto, un abrazo prolongado con su hermana Karina, fue más que un saludo familiar: fue un mensaje de unidad y resistencia frente a los embates de la oposición.
Sobre el escenario, una banda esperaba. Entre diputados y candidatos, con Lilia Lemoine en los coros y Alberto “Bertie” Benegas Lynch en la batería, se armó lo que podría llamarse “la banda del pueblo liberal”. Abrieron con “Demoliendo hoteles”, y ahí estaba la clave: no venían a administrar, venían a demoler el viejo establishment.
Fue en ese clima de efervescencia que Milei lanzó el desafío. “Pudiste ganar un round, pero todavía no ganaste la batalla, y mucho menos la guerra”, exclamó, en una clara referencia al triunfo peronista del 7 de septiembre en Buenos Aires. La frase, lejos de sonar a consuelo, sonó a advertencia. No había derrota en su tono, sino el reconocimiento de un asalto en una pelea más larga. La alegría no era por la victoria inmediata, sino por la certeza de la victoria final.
La respuesta a la oposición fue visceral y rockera. Al grito de “El que no salta es kuka” de la multitud, Milei contraatacó arengando al cántico “Cristina es tobillera”, una burla directa a la prisión domiciliaria de la ex presidenta. Pero el momento más crudo llegó con una versión punk de “Dame Fuego” de Sandro, donde el mandatario incluyó a los “kukas tira piedras” en la letra. La fiesta no ignoraba al enemigo; lo incorporaba a la narrativa del espectáculo, lo convertía en parte del exorcismo colectivo.
Un spot al estilo Star Wars, donde Milei se enfrentaba a medios de comunicación, Cristina Kirchner y Axel Kicillof, terminó de dibujar el campo de batalla. “El que sabe que va a ganar no hace trampa”, gritó, resumiendo su diagnóstico sobre las “operaciones” en su contra.
Un Bastión en Medio Oriente y un Tributo Libre
La crónica no estuvo exenta de gestos de alto impacto internacional. Con una firmeza que erizó la piel, Milei declaró que “Israel es el bastión de Occidente” y pidió por la liberación de los rehenes en Gaza, recordando a los cuatro argentinos entre ellos. Fue un mensaje claro que trascendió las fronteras del rock y la política local.
El momento más emotivo, quizás, fusionó música e historia reciente. Mientras sonaba “Libre” de Nino Bravo, las pantallas gigantes se inundaron con las imágenes del fiscal Alberto Nisman. Un himno a la libertad se convertía en un tributo lleno de significado político, uniendo en un solo símbolo la lucha contra lo que el oficialismo considera “la impunidad”.
El Milagro de la Alegría Recuperada
Cuando la noche se cerró con temas como “El rock del Gato” y “Blues del equipaje”, el mensaje estaba claro. La presentación del libro “La Construcción del Milagro” fue, en sí misma, un paso más en esa construcción. No se habló solo de economía; se habló de espíritu, de combate y de comunidad.
La Libertad Avanza salió del Movistar Arena con las guitarras resonando en los oídos y la convicción de haber reavivado la llama. En un ambiente que mezcló el fervor de un recital de rock con la épica de una arenga política, Javier Milei no solo presentó un libro. Le devolvió a su movimiento su bien más preciado en estos tiempos de lucha: la alegría. Y con ella, la certeza de que, aunque se pierdan rounds, la guerra cultural se gana con el corazón y los puños bien en alto.