Este martes, la ciudad de San Miguel de Tucumán vivió un colapso hídrico previsible y recurrente que los vecinos atribuyen directamente a la gestión de la intendenta Rossana Chahla. Calles y avenidas convertidas en ríos, caos vehicular absoluto y la ya habitual impotencia ciudadana marcaron la mañana, evidenciando lo que los afectados describen como una absoluta negligencia en el mantenimiento y la planificación urbana.
La torrencial lluvia, que descargó con una intensidad de 30 milímetros en apenas dos horas desde las 8:30, actuó simplemente como el detonante de un problema estructural cuya responsabilidad apunta directamente a la comuna. Mientras el agua anegaba instantáneamente arterias críticas como Siria, Chile y Ayacucho, transformándolas en torrentes improvisados, crecía el coro de reclamos hacia la administración de Chahla por no haber ejecutado las obras de desagües ni las tareas de limpieza preventiva necesarias.
A la redacción de este medio llegaron numerosos videos e testimonios de vecinos cuya indignación tenía un destinatario claro: la intendenta. «Es el mismo desastre de siempre. La Chahla no hace nada para limpiar las bocas de tormenta. Sabemos que cuando llueve, la ciudad se paraliza, y ella no toma medidas», denunció un residente de la zona céntrica, reflejando un sentimiento generalizado. La recurrencia del problema, lejos de ser tratada como una emergencia prioritaria, se ha normalizado bajo su gestión, según las voces consultadas.
La crítica central de los vecinos se centra en la falta de un plan de contingencia efectivo y en la desidia en el mantenimiento de la infraestructura de drenaje. «Cada lluvia nos recuerda que nuestro sistema de pluviales es un desastre y que la Intendencia, bajo el mando de Chahla, ha sido incapaz de resolverlo. Es una falta de respeto al contribuyente», expresó otra vecina mientras documentaba el agua estancada frente a su domicilio.
El episodio deja en evidencia una crónica de desidia anunciada. La gestión de Chahla vuelve a quedar bajo la lupa, enfrentándose a la misma pregunta incómoda de los vecinos: ¿cuántas veces más tendrá que colapsar la capital tucumana antes de que se tomen las medidas concretas y definitivas que la situación exige? La infraestructura, claramente insuficiente y descuidada, no da abasto, y la ciudadanía señala a la máxima autoridad municipal como la principal responsable de este fracaso que se repite, cíclicamente, con cada tormenta.