Por Martín Javier Augier
El 24 de diciembre, soldados Franceses, Británicos, y Alemanes, cruzaron las trincheras para intercambiar abrazos, champagne, licores, vinos, cigarrillos y jugar un partido de fútbol
Corría el 24 de diciembre de 1914, soldados europeos de distintas nacionalidades distintas clases sociales, aristócratas verdaderos, aquellos que eran de las mismas casas reales, casas nobles, junto a burgueses, grandes terratenientes, comerciantes, trabajadores, gente de diversas profesiones y oficios todos servían a su patria, todos peleaban por una causa a la cual adherían desde distintos intereses, causa que se desencadenó con el bestial asesinato en Sarajevo del Archiduque Francisco Fernando de Austria, y la archiduquesa Sofía Chotek.
Franceses e Ingleses hermanados, estos últimos habían defendido París como si fuese Londres en las batallas de Marne cuando los alemanes aventurados fueron castigados duramente por el armamento bélico franco – inglés, la retirada alemana fue seguida por los ingleses y franceses, ambos quedaron cara a cara.
El pedido del Papa Benedicto XV
Giacomo della Chiesa, el Papa Benedicto XV, nacido en Génova, el 21 de noviembre de 1854, su elección coincidió con la Primera Guerra Mundial a la que llamó el «Suicidio de la Europa Civilizada», busco mediar la Paz, pese a las oposiciones de los países beligerantes. El 7 de diciembre el Papa pidió el cese de hostilidades, una tregua oficial, entre las potencias europeas.

Tregua de Navidad
En las trincheras se vivía la infinita nostalgia de regresar a los distintos hogares, todos con el alto concepto del honor, vivían una Navidad alejada de sus seres queridos, atrincherados con la única meta de mantener su posición, en el fondo todos deseaban que la guerra terminase.
Una guerra, que ni las modernas guerras americanas vieron ese despliegue de hombres y muertos, se calcula que en la Primera Guerra Mundial murieron alrededor de 9 millones de personas. «El suicidio de Europa»…
Desde las trincheras habían cesado todo tipo de hostilidades, y los soldados levantaban a sus difuntos para darle una honrada sepultura, otros se aventuraron botella en mano y canticos villancicos a recibir del otro bando un cálido jugándose ser carne de cañón (hecho que nunca sucedió), espontáneamente franceses, ingleses, alemanes, y el imperio austrohúngaro, sellaron ese día con cálidos abrazos fotografías intercambiaban suvenires se enseñaban sus familias, novias, se prometían visitarse terminada la guerra, convidaron bebidas espirituosas, cigarrillos, y hasta jugaron un partido de futbol, esa confraternidad hizo que aquellas figuras distantes se humanizaran…los días siguientes les fuera muy difícil continuar las hostilidades y terminaron solidarizándose entre ellos.
Es muy seguro llegaron a simular enfrentamientos, disparando artillería a sitios concretos para disuadir las acciones del alto mando, que desde lejos ordenaba hostilidades.




