Polémica por un video en X sobre las horas de siesta que duermen los santiagueños

En gran parte del país, la siesta es un breve paréntesis de veinte minutos. En Santiago del Estero, sin embargo, la han elevado a la categoría de arte marcial de supervivencia. Así lo demuestra un video viralizado en Twitter, que causó estupor por las confesiones de santiagueños sobre la cantidad de horas que duermen.

Allí, una siesta de cinco horas no es un desliz, sino un plan estratégico. Es el tema de un documental que podría conmocionar a la nación: ciudadanos perfectamente cuerdos admitiendo, sin un ápice de culpa, que duermen la siesta como si prepararan una hibernación. Para el resto de Argentina, esto podría sonar a la máxima expresión de la vagancia; para los santiagueños, es el más puro sentido común frente a un enemigo común: el sol, que de noviembre a marzo decide que aquella provincia será su horno de prueba personal, superando con gusto los cuarenta grados a la sombra.

Así que, puntual como el mediodía, el territorio santiagueño entra en modo de bajo consumo. Bajan las persianas de los comercios con un clic ceremonial, los carteles de «Cerrado» se despliegan como banderas y la vida pública hace una pausa profunda. Incluso el transporte reduce su frecuencia, en un acto de solidaridad con el sopor colectivo. No es que sean vagos; es que son coherentes. ¿Para qué forcejear con un calor que hace que el aire parezca vapor y las calles brillen como un espejismo? Sería como intentar hacer gimnasia en un sauna. Una locura.

Esta siesta monumental no es un capricho, sino una política de salud pública informal. Primero, evita la evaporación literal del ciudadano. Segundo, permite que la digestión del locro o las empanadas sea un proceso tranquilo y ceremonioso, no una carrera de obstáculos bajo un látigo de fuego. Y tercero, y más importante, recarga a la población para ser productiva cuando ese astro inclemente decide retirarse, convirtiendo las tardes y noches en el verdadero turno laboral. Es pura eficiencia energética: se descansa cuando el sol trabaja, y se trabaja cuando el sol descansa. Hasta los animales, seres de sabiduría infinita, lo entienden y buscan su rincón de sombra para el gran rito del sueño.

Así que, ante la sonrisa burlona que a veces generan, los santiagueños podrían argumentar que lo que muchos ven como vagancia exquisita, ellos lo llaman ingeniería climática aplicada. Santiago del Estero no sería entonces la cuna de la holgazanería, sino la capital nacional de la siesta estratégica, un pueblo de supervivientes que ha aprendido a domeñar el calor no luchando contra él, sino durmiendo una plácida y larguísima siesta hasta que pase. Al final, despiertos, frescos y listos, son ellos quienes les ganan de mano.

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