Sor Lucía Caram, una monja tucumana, rescata ucranianos en medio de la guerra

La invasión rusa en Ucrania deja a su paso miles de civiles, asesinando sin piedad. El mundo entero mira con desesperación la situación bélica y los tucumanos también se mostraron conmovidos.

Lucía Carames una monja tucumana que viajó unos 3.300 kilómetros desde España para ayudar a quienes quieren escaparse del país enfrentado.

Se sabe que Lucía ya rescató a varias personas y las llevó a territorio seguro. Fue la propia Sor quien publicó en sus redes sociales el relato de lo que sucede en su paso por Ucrania.

A través de su cuenta de Twitter, la monja cuenta:  «Regresamos a Manresa (ciudad ubicada en la provincia de Barcelona). La experiencia en la frontera y en los sitios de acogida es lo más duro que pude ver y sentir en mi vida».

También explicó que, junto a ella, se encontraban las seis personas afectadas por la guerra: «Ellos van a despertarnos a la realidad. Nosotros queremos ayudarles y lo vamos a hacer entre todos».

Las personas a las que pudo ayudar son Olena Rozhova, de 37 años, junto a su hijo Nikita (12); de Irina Antonenko (39), junto a sus dos hijos Illia (13) y Alexandra (14) y de otra mujer, Alessa (39 años). “No podemos mirar para otro lado porque la paz depende absolutamente de todos, porque todos estamos amenazados y porque los ucranianos son nuestros hermanos”, indicó Caram, en declaraciones a un matutino porteño.

Además testificó: “Aquí hemos visto lo mejor y lo peor de la persona humana, todos estamos con la locura del delirante de [Vladimir] Putin y los que lo acompañan, hemos visto mucha solidaridad en los campos de refugiados, pero me ha dolido muchísimo constatar que también hay mafias que cobran coimas en la frontera y que lucran con la desesperación de esta gente aterrada por los bombardeos, que lo ha dejado todo”.

«Cobran a la gente normal, que sale a pie, de 50 a 100, 200 o 300 euros para dejarlos pasar y a los hombres de entre 19 y 60 años, que no pueden salir porque deben quedarse para luchar, entre 8000 y 10.000 euros”, acusa. “Ponen los billetes en el pasaporte y ya”, agregó Marian (que prefiere no dar su apellido), un rumano que vivió 18 años en España que la acompaña.

“Los húngaros, que sólo dejan pasar a quienes tienen pasaporte biométrico, también cobran por lo bajo… aunque ya lo hacían antes de que estallara el éxodo. Cuando volvía de España, por ejemplo, abrían el maletero y buscaban cualquier excusa para pedirte 20, 10 euros de propina, porque te hacían problema con el coche o los neumáticos sucios y con tal de que no te enviaran de vuelta, uno pagaba… Y ahora es peor, claramente, porque hay miles de personas queriendo pasar y 8 kilómetros de colas”, afirma.

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